El otro lado del Mundial en Qatar – Conexion Las Heras

Miles de trabajadores murieron durante la construcción de los estadios, los homosexuales no son bienvenidos y las mujeres tendrán que estar alerta en un país el que la democracia será la gran ausente

Qatar está lista para el Mundial. Desde hace un par de semanas, a este pequeño emirato árabe comenzaron a llegar los primeros hinchas argentinos  con la ilusión de ver a Lionel Messi y la Scaloneta regalarnos la tercera Copa del Mundo. También arribaron cientos de periodistas, y de a poco, van incorporándose cada una de las 32 selecciones participantes, en la antesala de acoger a millones de hinchas y turistas que cada cuatro años hacen el esfuerzo por vivir en directo el evento más grande del fútbol.

Se encontrarán con estadios ultramodernos, como los famosos rascacielos de ciudades con tecnología de punta, propios de uno de los países más ricos gracias a sus reservas de gas y petróleo.

Detrás de esa aparente prosperidad, sin embargo, se camuflan violaciones a los derechos humanos, atropellos contra las mujeres, los inmigrantes y la comunidad LGBTI.

Cada vez que saltan las alarmas por algunos de estos temas, las autoridades qataríes insisten en que los turistas deben acoplarse a costumbres y leyes locales, como según ellos sucede en el resto de los países. ¿Pero hasta qué punto esa puede ser una excusa para mirar hacia un costado?

Un Mundial sangriento

Qatar tiene una población que ronda los tres millones de habitantes, entre los cuales se estima que el 70% son ciudadanos extranjeros. A priori puede dar la impresión de ser un lugar de puertas abiertas, pero cuando no se trata de inversionistas o casos particulares como el de los futbolistas, que se saben llegan a un club por un periodo determinado, insertarse en la sociedad qatarí conlleva atravesar varias barreras.

Para la construcción de los estadios se estima que fallecieron al menos 6.500 trabajadores, de los cuales el 90% eran extranjeros llegados de países cercanos como India o Sri Lanka, según información de The Guardian. La cifra pudiera ser más alta, pues no se tienen datos de cada uno de los países de los cuales llegó mano de obra.

Los motivos de las muertes van desde accidentes laborales hasta “muerte natural”, sin que siempre se practicaran autopsias, agregó la investigación de este diario británico.

Otros, a su vez, perdieron sus vidas debido a falta de higiene y hacinamiento en los “campamentos” a donde eran enviados los trabajadores, que eran sometidos a jornadas de hasta 12 horas bajo el sol, con poco descanso y sin tener la libertad de pasear o conocer el país durante su escaso tiempo libre según información de la agencia AFP. 

Y es que si bien muchos ingresaban legalmente a Qatar y con una oferta laboral, luego quedaban a merced de sus empleadores, quienes manejaban sus agendas prácticamente a su medida.

Mujeres y homosexuales, en la mira

Como sucede en otros países árabes, hay leyes y castigos severos contra mujeres que contravengan costumbres o normas religiosas.

Fue lo que le sucedió a Paola  Schietekat, una  economista mexicana de 28 años que llegó a Qatar en 2020 para trabajar con logística para el Mundial. A mediados de 2021 denunció que un hombre irrumpió en su casa y la agredió. Cuando fue a hacer la denuncia, el agresor alegó que Paola era su novia y que le había sido infiel, por lo que le aplicaron la ley local y se pasó de víctima a “culpable”.

Economista mexicana de 27 años. Llegó a Qatar para trabajar en la logística del Mundial. A mediados de 2021 fue agredida sexualmente por un hombre; al denunciarlo, pasó a víctima cuando la acusaron de ser su novia y cometer una infidelidad.

A Schietekat se la condenó a 100 latigazos y siete años de prisión, castigo que podía evadir si se casaba con su agresor.

El 3 de abril de 2022, para su suerte, resultó absuelta y pudo salir del país, no sin que antes su caso ganara revuelo mediático y político. La igualdad de género, desde luego, no está vigente ni mucho menos es tema de discusión en la sede del Mundial.

Tampoco tienen cabida los homosexuales ni la comunidad LGBTI, a quienes en teoría se les dejará ingresar a Qatar, siempre y cuando no muestren afecto en público.

“Aceptaremos que vengan, pero deben adoptar nuestras reglas. La homosexualidad es un daño mental”, opinó Khalid Salman, un exjugador que hoy se desempeña como embajador del Mundial”.

Para manifestarse en contra, los capitanes de selecciones europeas como Países Bajos, Holanda e Inglaterra planean utilizar brazaletes con los colores del arcoíris y la leyenda One love (un amor).

Sin democracia

Qatar está regida por el emir Tamin bin Hamad Al Thani, quien llegó al trono en 2013. Es miembro de una dinastía que ha gobernado Qatar desde el siglo XIX. Es la máxima autoridad del emirato, sin que pueda elegirse un sucesor por la vía democrática.

Al Thani quizá no sea la cara más visible del PSG en Francia, pero es quien tiene la última palabra en las decisiones más importantes, sobre todo si hay dinero de por medio.

Acostumbrados a un control tan férreo sobre la vida de sus habitantes, no se salva siquiera la prensa extranjera. Un equipo de la televisora danesa TV2 fue agredido en vivo por agentes de seguridad, mientras el reportero Rasmus Tantholdt mostraba su credencial.

Son apenas algunas muestras de lo que puede pasar desapercibido en Qatar durante el Mundial, aun cuando desde tantos países, incluida la Argentina, haya millones de personas atentas cada día. Y es otro ejemplo de que la tecnología de punta o los rascacielos modernos, por sí solos, no necesariamente se traduzcan en progreso o integrarse al primer mundo.

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